jueves, 28 de diciembre de 2006

El Catedràtico no viaja en subte

No siempre podìa estar tras los pasos de Olsenn. Aunque habìa logrado dar con su morada, se me hacìa relativamente difícil ubicarlo. En general lo conseguia en algún momento del dìa, pero no siempre era asì.
Cuando lo conocì, atravesaba yo un perìodo vacacional y tuve unos cuantos dìas para seguirlo sin descanso.
No era un hombre que siguiera rutinas especìficas y esto complicaba enormemente las cosas. Su vida transcurrìa en un total caos aparente.
Algunas veces salía muy temprano de la casa de departamentos y caminaba unas cuadras hasta un bar, de los que todavìa conservan humores del viejo Buenos Aires. Pedía un café con leche y medialunas y se dejaba estar ahí por unas horas. En otras ocasiones no se lo veía aparecer hasta entrada la tarde y otros días no se lo podìa ver en absoluto.
Habìa algo oscuro en Olsenn. Una especie de hàlito salvaje lo envolvía y no se molestaba en ocultarlo.
Recuerdo haberlo visto, varias veces, asustar a criaturas que lo cruzaban en el camino o pasaban frente a la ventana del café. Descomponiendo su rostro en un gesto espantoso, dejaba a las pequeñas almas con caras de pavura.
No era un hombre de mal trazo. Tenìa rasgos finos. Una nariz aguileña y ojos almendrados, medianos y escrutadores y sobre ellos unas cejas prominentes y tupidas. Labios delicados y rostro ovalado. Llevaba unas patillas que pasaban el largo de la quijada, el cabello era cano y largo, tal vez un poco por debajo de los hombros. Pero su aspecto general provocaba sino temor al menos respeto.
Esa mañana, Olsenn saliò de su departamento alrededor de las ocho, yo lo estaba esperando de camino al bar habitual, pero sorpresivamente tomo la dirección opuesta.
Tuve que apretar el paso para poder ponerme a una distancia considerable y no perderlo otra vez. Hacìa ya un tiempo que frecuentaba el barrio y las necesidades me habìan llevado a trabar relación, con algunos comerciantes de la zona. Mientras trataba de alcanzarlo una voz me paro en seco, era Florentino Barbosa.

- Que dice mi amigo, va a llevar algo hoy?
- Como andas Barbosa?
- Acà andamos, repartiendo desgracias ajenas, laburo ingrato, pero hay que laburar.
- Otro dìa charlamos, ando medio apurado.
- Siempre corriendo, te va a hacer mal.

Florentino Barbosa atendìa el puesto de diarios.
Estas situaciones suponìan siempre un alto riesgo y por esa razón tenìa que cuidarme de no andar demasiado cerca de Olsenn. Habìa ocurrido en algunas oportunidades, en que estos encuentron cobraban un tono de algarabía injustificada y llamaban su atención.
El paso de Nelson era vigoroso, parecìa estar de un humor exuberante.
Ni siquiera se detenìa en las esquinas salvo que tuviera un automóvil enfrente.
Adònde se dirigiera, lo hacìa con total seguridad y determinación.
Habìamos caminado alrededor de veinte cuadras cuando llegamos a la Estación Carlos Gardel.
Bajo las escaleras mientras metìa su mano en un bolsillo del pantalón. Sacò una pequeña armonica. Todavìa no habìa dejado las escaleras y llevando su armònica a la boca, comenzò a blusear sobre la base de “Before you acuse me”. Dejò la escalerà y se encaminò hacia la ventanilla. Se ubicò en el ùltimo lugar de la fila mas larga, mientras su armònica seguìa sonando y la distancia de la ventanilla disminuìa, cuando llegò su turno, diò un remate a su excelente improvisación y en tono serio le hablò a la señorita que vendìa los pasajes.

- Piènselo de este modo señorita, sin la alegrìa de la música, ¿que serìa de la alegrìa de la gente? Hoy alegrè su dìa y Usted puede alegrar el mìo. La gente, en general, se olvida de las antiguas civilizaciones. Lamentablemente hay mucho que aprender de ellas y una de las tantas cosas que debemos aprender, es a rendir tributo a la persona. Asì es que a cambio de mi mùsica le solicito un boleto.

La cajera lo dudò unos instantes, pero como saliendo o acaso entrando en un estado de trance, cortò un boleto y se lo extendió con una gran sonrisa. Olsenn quiso tomar su mano y ella se la extendió a travès de la pequeña ventana, haciendo una reverencia se la besò y siguió su camino.
A todo esto yo habìa sacado ya mi boleto en la caja contigua y para no levantar sospechas crucè el molinete para tomar el tren a Alem. Mientras esperaba que Olsenn atravezara el peaje. Me distraje leyendo un diario que me extendió un chico antes de cruzar, al tiempo que seguía de reojo los movimientos del Catedrático.
Para mi completo asombro no se dirigiò hacia la bajada de Alem, donde lo esperaba. Pero tampoco lo hizo hacia el tren con destino a Lacroze.
Olsenn se dirigiò hacia las escaleras que daban a la calle y desapareció de mi vista.
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4 comentarios:

casandralterego dijo...

...comprada...

...olsenn va tomando otros rumbos, por momentos se pierde en la tangente... y su forma cuasi sosobrada (de sosobra)...hace al espectador caer
...sin querer detener las lineas...


saludos

casandra

Diogenes Fuertes dijo...

Gracias casandra por el aliento. Yo que conozco a Olsenn sè que practica las tangentes y que hace sosobrar algunas veces, pero que se le va a hacer, el hombre es asì.

Anónimo dijo...

Señor Diógenes Fuertes: permítame decirle que soy una ferviente admiradora de su obra...
Sinceramente, me gusta mucho su forma de escribir...
Este extraño personaje de Nelson Olsen, logra atrapar mi interés por lograr descubrirlo, muy misterioso el hombre.
me agradaría mucho saber en qué o en quién se inspiró para crearlo...
le mando saludos más que cordiales.
Espero que siga deleitándonos con su prosa.

Anónimo dijo...

hola me gusto mucho tu relato...la verdad atrapa la forma en q escribis... por lo general leo las primeras lineas o parrafos y ahi me doy cuenta si me gusta o no y eso depende de como sepas atrapar al lector... tu escritura es atrapante letra a letra... es dificil perder el interes.. lo q si, particularmente soy amante de los finales concretos... quizas me gustaria mas si dieras un final menos abierto o misterioso pero fuera de eso me encanto... segui escribiendo tenes talento.

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