domingo, 4 de marzo de 2007

El ave, su pico y mis cigarrillos

Abrí los ojos como salido de una terrible pesadilla, era de mañana pero algo no estaba bien.
Recuerdo que en esos tiempos, veìa a Olsenn muy a menudo, prácticamente no pasaban mas de dos días sin que diera con él. Me había habituado a llevar siempre conmigo, una buena cantidad de la información que iba obteniendo, para los días en que no podía encontrarlo. De este modo aprovechaba los tiempos muertos con la compaginación y redacción de las bocetadas notas.

Esa mañana, sin ningún tipo de explicación, desperté en unas desoladas serranías, cuando una extraña ave intentaba con su pico, sacar los cigarrillos del bolsillo de mi camisa.
Con la cruda sensación de haber nacido en ese instante y la imposibilidad de hallar un recuerdo que me ubicara en el tiempo, me puse de pié en un salto.
Solo tenía la vaga impresión de haber estado tras los pasos de Nelson una vez más, pero la ambigüedad era demasiada como para estar seguro. Diferentes momentos se mezclaban y podía jurar que algunos habían ocurrido hacía mucho tiempo atrás.
Había sufrido curdas profundas en lo que llevaba de vida, pero jamás experimente tan profunda intoxicación etílica, como para olvidar que estaba haciendo antes de empezar a beber.
Por supuesto, todo esto comencé a pensarlo después, mi prioridad en ese momento era saber dónde me encontraba exactamente.
Desde dónde desperté, no podía verse un solo ser vivo exceptuándome, aunque para ese momento había empezado a dudar de mi propia existencia. La extraña ave habìa desaparecido.
Comencé a andar hacia el este, sentí que en ese rumbo tenía mayores probabilidades de dar con alguna respuesta. Mientras caminaba, mi mente comenzó a maquinar posibles soluciones.
Imagine que había sido capturado por seres de otro planeta o peor aún, de otra Nación y que luego de extraños experimentos me habían abandonado allí, librado a mi suerte.
La teoría no tuvo mucho éxito, en realidad me sentía bien, demasiado bien y eso era tal vez lo más extraño. Recordé que al despertar estaba tendido sobre una roca. Me hallaba por completo contrariado, pero mi cuerpo se encontraba exultante, no me aquejaba ningún dolor.
Intente consolarme y jugué con la idea de haber tomado finalmente esas vacaciones que venía postergando. Tal vez me encontraba allí después de una serie de trasnochados abusos. Me había prometido probar una buena cantidad de alucinógenos y demás yerbas algún día. Pero esta opción era menos probable aún.
Finalmente supuse que todo se trataba de un sueño, muy vívido claro, pero sueño al fin. Eso podía explicar mi excelente estado físico, la pérdida de continuidad en mi memoria y algunas otras cosas más, como el extraño color ámbar que tenía el paisaje a mi alrededor.
Pero no podía explicar el frío que estaba sintiendo mientras el sol se escondía, ni la terrible sensación de hambre que empecé a sentir. Mi preocupación se transformó en terror. Estaba completamente solo, no sabía dónde, con la noche desplomándose sobre mi cabeza y sin ningún recurso.
Seguí caminando y encontré una especie de gruta cavernosa, tras franquear un pequeño bosque. Decidí descansar allí hasta que amaneciera, mientras intentaba reconocer el paisaje. Mis viajes no habían sido muchos, pero no podía acertar en dónde me encontraba y mucho menos como había llegado hasta allí.
No era un buen momento para engañarme, la realidad era que no podía descifrar una explicación satisfactoria.
El frío comenzó a calar profundo hasta hacerme sacudir y una sensación de somnolencia fue cubriéndome lentamente hasta dejarme dormido.

Un ensordecedor chillido me despertó, el sobresalto me llevó a golpear mi cabeza contra la roca bajo la que me hallaba sentado.
El golpe me atontó de tal forma que me obligó a cerrar los ojos. En un pequeño lapso de tiempo el dolor fue cediendo y pude volver a abrirlos. La situación se ponía cada vez peor.
El entorno había cambiado por completo. Todo aquello parecía una broma de mal gusto.
La roca sobre mi cabeza resultó ser un anaquel bajo, sobre el que descansaba una colección de libros y el chirriante sonido la impulsiva frenada de un colectivo.
Me encontraba dentro de una iglesia, en un descanso al costado del templo. La reverberación del sonido había magnificado los frenos gastados de una forma horripilante.
Mas confundido que al principio caminé hacia la salida. Un reloj de calle marcaba las dieciséis cuarenta y cinco.
En la otra vereda, justo frente a mi, entre varios paseantes Olsenn caminaba hacia algún lugar. Miró un reloj imaginario en su muñeca y apuró el paso. Yo todavía turbado por la situación, no pude moverme del lugar, lo seguí con la vista, cuando lo vi doblar en la esquina pude reaccionar y corrí para alcanzarlo. Llegué a la esquina lo más rápido que pude pero ya no logré verlo. Corrí unas cuadras mas pero el esfuerzo fue inútil, nuevamente Olsenn había desaparecido.
Mientras intentaba ubicarme para volver a casa, mis pensamientos seguían buscando una explicación. Hasta el momento no pude explicarme que fue lo que ocurrió ese día.
Por casi tres semanas no volví a encontrar a Nelson.

Copyright © 2007 La Pluma! Inc. Todos los derechos reservados.
Copyright © 2007 La Pluma! Inc. Todos los derechos reservados. Prohibida su reproducción sin citar su origen. Prohibido su uso con fines comerciales.